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¿De dónde vienen las cosas?

 

Desde siempre me ha gustado indagar, mirar o brujear para detallar lo que sucede en cada espacio por donde tránsito. Pasar analizando los objetos, su disposición y en ocasiones analizar el gesto y la mirada de las personas para así comprender muchas cosas acerca de ellas, del mundo y sobre todo de la vida misma.  Debo decir que la mayoría de veces termino mirando las cosas y los lugares, pues es en ellos dónde no hay tensión de ninguna índole ni predisposición a la pose. A las personas, en cambio, hay que cazarlas, invadir su espacio para captar su esencia, su espíritu, su pureza.

Sin embargo en los objetos encuentro quizás mayor información sobre la vida. En ellos hay gran cantidad de rastros humanos, o por lo menos puedo imaginarlos y con eso me basta. Existe un impacto de la vida humana sobre todas las cosas de este mundo y de alguna forma estas se convierten en huella, en vestigio o en permanencia de la vida. Podría decirse que mi trabajo consiste en realizar una especie de arqueología de los lugares y sus objetos. De las cosas en sí mismas por acumulación, por sustracción, adición o sobre-posición. Varias veces me preguntan por que mi preferencia hacia los objetos sí los retratos suelen ser a las personas vivas, sólo puedo  responder que siento plenitud al retratarlos. Por otra parte hay más retratos de gente muerta que de gente viva.

Hace años encontré una fascinación por la fotografía, no lo recuerdo bien, hago fotos desde que tengo 8 o 9 años. Recuerdo una imagen en especial de cuando era pequeño en la que salgo posando frente a la vitrina de “Le Beaux Marché” en París. Una vitrina de LEGO, deslumbrante para un niño de esa edad, en la foto sostengo mi primera cámara. Luego, en la universidad, elaboré mi proyecto de tesis utilizando juguetes de plástico como modelos para mis escenarios. La miniatura me llevó a profundizar en el manejo de la luz y la profundidad de campo. En lo sucesivo he querido captar la vida y la presencia de la luz en cada cosa que me rodea, soy un esclavo de la belleza y de mis ojos. En busca de ese punto que hay entre la efectividad, la verosimilitud y las ambigüedades de una realidad que vemos todos los días y se pone a prueba en un instante decisivo frente a la cámara. Ese instante que sólo depende de un click, haciendo equilibrio en el tiempo. A veces, sólo una mofa de lo real, algo que se transforma en otra cosa y con el tiempo adquiere valor por la recreación de un gesto o algo nunca antes visto. Casi siempre detrás de una foto existe una sutil contradicción, algo absolutamente bello, sublime y refinado. Pero al fin y al cabo tan sólo una frágil mentira de una brutal verdad. Una tan reveladora y elaborada que se vuelve implacable, como la vida misma. Las imágenes cobran vida después de la muerte, eso se los puedo asegurar.

¿Qué veo?

Mentiría si no digo que una foto es una verdadera revelación, una epifanía, un momento sagrado de algo o de alguien en una escala de tiempo, donde decido detenerme y transitar con la mirada. Es una nada tóxica, embriagadora y un todo inquietante, es algo particularmente subjetivo, molecular y universal. Tan sólo un gesto, un instante de la vida, simplemente una imagen, sea propia o ajena, aleatoria o premeditada, casi siempre robada, pero todas las veces es el ojo cuestionando la mirada y un instrumento amparado en la certeza del ahora, decidiendo cuál será el momento adecuado para disparar.

Yo voy guiado por la luz y por una fe ciega, en busca de algo cierto o incierto. Apoyado tan sólo en una técnica incapaz de medir el impacto de cada click. Siempre es así, mi corazón, mi ojo, mi respiración, la repetición en mi cerebro y mi deseo por alcanzar la luz precisa para el instante perfecto. Determinando, dictando, clasificando y así nombrando todo lo que veo. Cosificando la vida, lo que voy viviendo y luego viéndolo una y otra vez como ese dedo señalando donde no se suele ver.

¿Cómo siento?

Las cosas son así, como deben ser, tienen su propia luz, su propia llamita interior, ya sea en la naturaleza de cada una o de la vida en sí misma. los procesos se revelan cuando los han querido ocultar o por que quedaron olvidados. Así de simple como aparece la ruina, el polvo y la maleza cubriendo todas las cosas viejas. Yo sigo la luz , me quedo en ella porque pertenezco a una cultura del registro, del coleccionista y de la acumulación. Cada cosa que aparece como resultado o residuo de algo, es una imagen de otra imagen. Con el tiempo unas insignificantes rutinas de documentación se convierten en algo revelador, en la acumulación de la vida, del amor, de los deseos y los sueños de alguien, pero sobre todo de la luz. Para mí la fotografía es una inquietud constante, una motivación poderosa que urge, algo que me da vida e inspiración. Es la luz que guía mi ojo y mi corazón. Por eso desde hace algún tiempo es mi trabajo más persistente y mi mayor obsesión. Quiero saber donde se encuentra el resplandor, la esencia, la verdad y todos los secretos, para luego revelarlos....

 

 

 

Federico Gómez De Los Ríos

Valiente Latino

Artista - Fotógrafo

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